Una mañana de mayo, Aday y Alex jugaban en el jardín con Zara, su perrita negra, cuando apareció su Primo Daniel, con su cuaderno de explorador y su lupa colgada al cuello.
—Hoy es un buen día para descubrir algo nuevo —dijo con una sonrisa.
Zara, como si entendiera, corrió hacia el rincón más escondido del jardín. Allí, entre las lilas y los ce lindos , encontraron una pequeña puerta de madera vieja, apenas visible.
—¡Esto parece una puerta mágica! —exclamó Daniel, inspeccionando los símbolos tallados—. Son unas piezas antiquísimas del bosque… creo que esta puerta solo se abre si tienes el corazón lleno de aventuras.
Aday empujó la puerta con cuidado. Alex la sostuvo mientras Zara entraba la primera, y Daniel apuntaba todo en su cuaderno. Al otro lado, descubrieron un mundo maravilloso: árboles con raíces profundas, flores que daban color al entorno y caminos iluminados por luciérnagas.
En el claro del bosque, un búho sabio, una tortuga con sombrero y un zorro con gafas los esperaban.
—Hemos oído hablar de vosotros, hermanos valientes —dijo el pajarraco—. Pero el Árbol del Recuerdo está perdiendo su elegancia… necesitamos vuestra ayuda.
Daniel, con su voz dulce pero decidida, preguntó:
—¿Cómo podemos ayudar?
—Contadnos historias verdaderas, llenas de amor, valor y alegría. El árbol vive de eso.
Uno por uno, compartieron sus recuerdos: cómo cuidaron juntos a un pajarito herido, cómo ayudaron a un vecino mayor con sus risas y juegos, y cómo una vez Zara los guió hasta una flor perdida que la abuela “Mimau” creía olvidada.
Con cada historia, el Árbol del Recuerdo comenzó a florecer. Sus hojas brillaban como estrellas, y una melodía suave llenó el bosque.
—Gracias, exploradores del corazón —dijo la tortuga—. Habéis traído de vuelta la esperanza.
Volvieron a casa justo a tiempo para la merienda, con Daniel anotando todo para no olvidar ni un detalle.
Desde aquel día, cada vez que el viento sopla entre los árboles, Daniel, Aday, Alex y la vivaracha y juguetona Zara, saben que la Tierra de los Ecos susurra su agradecimiento.
Isabel Poyato.
Ellos y la Puerta Mágica
