Bajo un cielo claro de azul andaluz,
la tierra se viste de rojo encendido,
y entre hileras de olivos firmes y antiguos
se dibuja el sendero que lleva al latido
de un pueblo que canta con luz y suspiros.
Arquillos, mi cuña , mi nido bendito,
con tu Torre que vela los sueños dormidos,
con la Fuente Buena, que guarda en sus aguas
los cuentos del tiempo, los juegos, las gracias.
Allí el Pelotero aún cruza la plaza.
Y suben aromas de aceite y de hogar
desde los campos hasta el altar
de San Antón y la Inmaculada,
que en cada enero y cada alborada
visten de fiesta la calma del alma.
Aquí todo es eco de infancia y consuelo,
cada rama me sabe a caricia de abuelo,
cada paso resuena en la piedra y el suelo
como un verso escondido entre túneles viejos.
Isabel Poyato.