Poema dedicado a mis vecinos, a los colonos y colonas pioneras, y a la Asociación Cultural de Mujeres “El Árbol de la Vida”, por su entrega desinteresada al alma de nuestro pueblo.

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En el corazón de Andalucía, donde el olivo

se inclina al sol con reverencia fiel,

está Arquillos, pueblo vivo,

de historia honda y de sencillo laurel.

Naciste al amparo de un sueño ilustrado,

cuando Carlos III el rey, miró hacia el llano,

y Olavide, con pulso cultivado,

dibujó esperanzas en nuestro Arquillos amado.

Pueblo colono, valiente y poderoso,

de posada con 365 pesebres y paso en la gran colonización,

La Torre del Reloj da al aire su campana,

la Fuente Buena canta cada mañana

y los túneles murmuran su secreto inmortal.

Museo de Olavide, memoria encendida,

recoge los ecos de aquel comenzar;

y el alma sencilla, y la risa compartida,

hacen de Arquillos un lugar sin igual.

San Antón se celebra con fuego y alegría,

en enero su nombre se oye retumbar,

y el Pelotero, figura y fantasía,

pone la risa donde el frío quiere entrar,

y la Iglesia vigila con su calma ancestral

un portal eterno de fe y tradición.

La Inmaculada, patrona celeste,

con su manto azul guía nuestro andar,

y en la fiesta Colona, Arquillos florece

como pueblo que nunca dejó de soñar.

Aquí la gente es noble, bonachona,

con manos de tierra y corazón de luz,

a cada forastero su puerta entona

como a un hermano le brinda su luz.

Entre olivos canta el viento su salve,

sobre trigales se despereza el sol.

Arquillos no olvida, Arquillos se abre

como un libro escrito con tinta de amor,

a quienes fueron, a quienes son,

y a quienes siguen sembrando futuro.

Isabel Poyato