Se desliza la noche entre tus labios,
como un río secreto que me nombra,
y el temblor de tu aliento en mi garganta
es un fuego callado que me asombra.
Rozas mi piel con dedos de caricia,
deshaciendo silencios y temores,
y mi cuerpo se abre como un lirio
en el jardín voraz de tus amores.
Enredados, sin tiempo ni frontera,
tu boca y la mía son centellas,
y el deseo se alza en la marea,
rompiendo nuestras almas en estrellas.
Qué dulce naufragio en tu cintura,
qué placer entregarse a la locura,
qué eterno este instante de ternura
donde sólo existimos tú, yo y nuestra aventura…
Isabel Poyato