Que nadie nace sabiendo es una realidad obvia.
La substancia o alimento básico para ir aprendiendo cosas, para atesorar conocimientos se llama: tiempo. Por eso, aparte de lo que aprendimos en la escuela adonde fuimos de pequeños, hay otro tipo de enseñanza y que se llama: Universidad de la Vida.
Esta es la mejor de la mejor.
Y es gracias a esto último que un día, ni se cómo, ni dónde ni cuándo, que un rayo de claridad entró de repente en mi cerebro, con un haz de luz muy potente, en el que me di cuenta de una cosa que es “saber” y otra “darse cuenta”, porque “darse cuenta” es lo que hace percibir realmente la importancia de algo, de que todo es TEMPORAL: malos y buenos ratos, odios y amores, rencores y perdones, dolores y goces, salud y enfermedad, y miles de circunstancias por las que atravesamos a lo largo de nuestra existencia.
Sí, me “di cuenta de que todo es temporal” y, desde ese momento, créanme, mi vida cambió. Cuando te “das cuenta”, y asimilas de verdad esta filosofía de vida e incrustas dentro de ti ese pensamiento, todo se vuelve más llevadero, más soportable, porque sabes que, antes o después, se acabará ese daño, ese mal sueño que estás viviendo, o esa preocupación que corroe. ¿Por qué? Sencillo: porque esa forma de pensar conlleva y refuerza esperanza, y sabemos que, sin esperanza o ilusión, por etéreas que parezcan, difícilmente se puede mantener encendida nuestra vela. Sin esos argumentos, sin esos “bastones”,la cera se acabará enseguida y nos hallaremos solos y en la oscuridad.
Cuando se acepta el hecho de la temporalidad de todo cuanto nos sucede , como lo es la propia vida, nos anima a vivir en el ahora, factor importante para capear los malos tiempos. Ayuda a encontrar lo positivo, algún retazo de cielo azul y sol aun en el más feo y gris de los días, o de los momentos delicados que estemos atravesando, por nuestra cabeza o por nuestro corazón.
Por poner ejemplos.
Nos quejamos mucho de la rutina. Bien. Vale. Pues la rutina es algo dulce que muchas veces no se valora en su justa medida hasta que desaparece.
Nos quejamos de soledad. Pues a menudo la soledad es la mejor de
las compañías, porque hablar con uno mismo es la mejor manera de conocerse.
La capacidad de las personas para sobrellevar y sobreponernos a los traumas a los que la vida nos somete es un tesoro inapreciable, y, desgraciadamente, son los menos los que la poseen. Lo frecuente es paralizarse y sucumbir.
Me niego y siempre intentaré no pasar por ese aro. Nunca debemos renunciar a pensar que el “Poder” lo llevamos dentro, por muchas piedras que encontremos en el camino.
El dolor no es algo inevitable. Lo hemos sentido y lo seguiremos sintiendo siempre, pero, no se trata de “eliminarlo” sino de APRENDER A CONVIVIR CON ÉL.
Si caemos en esos estados de ánimo en los que el sol, a pesar de estar brillando, nuestro ánimo solo ve nubes negras y tormentosas, acabaremos cayendo inevitablemente en una depresión. Yo intentaré que en mi no suceda. Si mis problemas, nuestros problemas, (es un ejemplo que voy a poner) proceden del prójimo, sea del más cercano o del que está más alejado, pues a intentar, con fuerza y buena disposición de “sobrellevar la cruz” lo que sea antes de que ese otro “veneno” que se llama melancolía se apodere de nosotros y ya nos dé lo mismo ocho que ochenta, porque significará que hemos llegado al punto de no retorno.
Por todo lo dicho, y mucho más que me dejo sin decir, aceptar la temporalidad de las circunstancias negativas es importante. Nuestros antepasados, abuelas, bisabuelos e incluso más lejanos en el tiempo, por lo general era gente analfabeta, lo único que tenían para aprender era la ya citada Universidad de la vida y dentro de ella el “boca a boca” como medio de transmisión, y sin embargo supieron legarnos conocimiento en forma de refranes.
Uno de ellos dice así: “No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante” yo subrayo, como final, que es lo mismo de lo que he estado escribiendo en todos estos pensamientos y se resume en que: TODO ES TEMPORAL.
Todo es temporal, pero cada evento, experiencia, logro, desgracia, éxito, fracaso, etc deja una huella en nuestro corazón y nos transforma.
…Y los cambios no siempre son fáciles.