Si solo se viviera un día,
yo querría nacer con la aurora,
con la risa aún tibia en la cuna
y la esperanza bailando en la hora.
Abrazaría al mundo desnudo,
sin miedo al error ni al pasado,
miraría a los ojos del tiempo
como quien ya lo ha perdonado.
Diría “te quiero” sin pausa,
sin orgullo, sin prisa, sin muro,
y besar sería una promesa
que no necesita futuro.
Si solo se viviera un día,
perdonaría hasta las heridas,
abriría mi alma al silencio
y al milagro que es estar viva.
Me sentaría al sol con los míos,
compartiendo pan, voz y alegría,
guardaría en mi pecho un suspiro
por cada sombra que fue compañía.
Y al llegar la noche rendida,
sin temor, sin deuda ni desvelo,
cerraría los ojos confiando
que un solo día…
también puede ser el cielo.
Isabel Poyato