Velaré por mis hijos con alma encendida,
como vela que arde y no se apaga jamás,
aunque el tiempo me robe la carne y la vida,
mi amor será escudo, será eternidad.
Velaré sus silencios, sus pasos heridos,
sus risas dormidas, sus noches sin paz,
aunque el mundo los hiera con gritos perdidos,
yo seré su muralla, su fuerza, su hogar.
No importa la sombra, ni el viento, ni el duelo,
ni el frío que empañe sus ojos de mal,
mi alma de madre se alzará hasta el cielo y…
si hace falta arrancaré la pena al umbral.
Velaré con mi canto, con fuego y ternura,
con gritos de amor que no se oirán,
pero cruzarán mares, cruzarán alturas,
como fuerza invisible que no morirá.
Seré raíz profunda, seré la madera
del árbol que crece aunque ya no esté,
y en cada victoria, y en cada quimera,
mi sangre de madre florecerá.
Seré la voz suave que el alma recuerda,
el susurro que calma cuando llega el mal,
una brisa de abril que en su frente se queda
para darles aliento cuando falte llegue el final.
Y si un día me llaman desde la otra orilla,
no habrá despedida, no habrá soledad,
porque mi amor que nunca se acaba no descansará de velar.
Soy madre que adora,
madre que ama, madre que da…
Velaré por vosotros por siempre…hasta la eternidad.
Isabel.