Esta luz de Arquillos,
el pueblo donde crecí,
en el amor y calor de mi hogar.
Mi padre, le recuerdo así...
la frente alta, trabajador,
siempre afeitado, el pelo blanco.
Mi padre ya no lee, ni escribe,
no sale al campo a dar un paseo.
Yo pienso en él
y a veces le hablo.
Ya no veo sus ojos vivarachos.
Se escapó, se elevó.
Pasará el tiempo...
Nunca dejare de quererte,
y siempre una silla vacía
habrá en mis banquetes.
Mi mirada quedará abstraída queriéndote ver...
¡Padre mío, cuánto te quiero!