febrero 10, 2022

KEVIN Y ANABEL

KEVIN y ANABEL
No podía dormir. Los segundos parecían minutos y los minutos horas. Una gran excitación le impedía conciliar el sueño y deseaba atisbar la tenue luz del alba por la rendija de la ventana, señal del nuevo día, ese que ansiaba que llegara pronto, porque en él se produciría algo que le inundaba el cuerpo de gozo e ilusión.
¿Cuál era el motivo por el que Kevin estaba tan trastornado? Al día siguiente se encontraría de nuevo con Anabel, y, como era viernes, pasarían todo el fin de semana juntos. Hacía dos días que había estado en una joyería para comprarle un anillo de pedida, joya con la que iba a comprometerse con ella con fines matrimoniales. Deseaba compartir con ella el resto de sus días.
El tren salía a las 8 de la Estación de María Zambrano. Kevin era arquitecto. Había nacido en un pueblo de la provincia de Málaga, no muy lejos de la capital, y aunque desarrollaba su actividad en un Estudio en la capital, él había continuado residiendo en su pueblo, donde gozaba de mayor tranquilidad en todos los sentidos, y además estaba a pocos kilómetros de la capital. Por otro lado vivía aún con sus padres, aunque en un ala diferente de la casa. El quería vivir independiente, pero estaba por su madre que se ocupaba de todo, la cual accedía a su vivienda por una puerta comunicada desde el otro ala del edificio.
Soltero y bien parecido, Kevin era lo que se conoce como un buen partido.
Como tantas y tantas parejas de la actualidad, el primer contacto entre Anabel y Kevin se produjo a través de una Red Social. Poco tiempo transcurrió entre ese instante y el que ambos se sintieran atraídos el uno por el otro, iniciando una relación al principio amistosa pero que poco tardó en convertirse en algo más. Era invierno cuando sucedía esto, y ese mismo verano, que fue hace casi dos años, fue a conocerla a Valencia, donde Anabel residía.
No se defraudaron, en cuanto se vieron se gustaron. Comieron, pasearon, se bañaron en la playa, tomaron el sol y sobre todo hablaron. Hablaron mucho. La atracción aumentaba cada día más. En la semana que Kevin estuvo en Valencia, prácticamente no se separaron.
Pero llegó el día del regreso a casa. Ninguno de los dos podía dejar su trabajo, porque trabajaban en buenas empresas y ganaban lo suficiente para vivir muy bien. De modo que ninguno podía renunciar. Y lo pactaron.
Se verían cada vez que hubiera puentes o vacaciones. También lo cumplieron, fueron varias las veces que se vieron durante esos dos años. La tristeza les invadían cuando marchaban a su respectivos lugares de residencia, más por parte de Kevin, que era más sensible que ella.

Y así transcurrió el tiempo hasta la mañana descrita al principio.
Tras un viaje agradable en AVE, el tren llegó a la estación Norte de Valencia. Habían quedado en que ella no iba a poder esperarle porque tenía que asistir a una reunión de trabajo inexcusable. Esto, Kevin, lo comprendió perfectamente, aunque se decepcionó porque estaba loquito por verla. Pero lo asumió y no dijo nada.
Tomó un taxi y dándole la dirección donde habían quedado en verse, (que era un parque no lejos de donde ella trabajaba). La esperaría allí sentado hasta que llegara y juntos irían a comer.
Las calles y avenidas de Valencia estaban plagadas de automóviles. El tráfico era intenso a esa hora de la mañana.
Tras recorrer parte del trayecto, el taxi tuvo que detenerse en uno de los innumerables semáforos, y Kevin, que no había dejado de mirar por la ventanilla para disfrutar de la belleza de la ciudad ¡la vio! ¡La vio a ella! Iba de la mano de un chico aproximadamente de su misma edad, un hombre que de vez en cuando le soltaba la mano y la abrazaba tiernamente. No le importaba besarla en la boca en medio de la acera, que también estaba abarrotada de gente a esa hora de la mañana. En el poco tiempo que tardó el taxi en arrancar, se besaron y abrazaron varias veces, ante la desesperación de Kevin que creía que estaba viendo y viviendo algo que ni en la peor de sus pesadillas podía imaginarse.
Anabel le era infiel. Una cosa es tener algún escarceo con algún chico aunque hubiera compromiso con él, con Kevin, y otra era la actitud que mantenían ambos, inequívocamente de una pareja que se ama.
Se sintió primero abrumado, aplastado por la realidad y más tarde, en el breve espacio que transcurre en cambiar un semáforo de color, en apenas 90 segundos, le pasó por la mente lo que podría ser que una mujer así formara parte de su vida.
Cuando el taxi reanudó su marcha, había tomado ya su decisión. Aunque le sangrara el corazón aquella mujer no le convenía, iba a sufrir mucho con ella, era inconsecuente y no ofrecía seguridad, así que decidió hablar y cortar en cuanto se tranquilizara y no hablar preso de los impulsos.
En su conciencia, incluso le dio gracias mentalmente a Dios por haberle puesto ante aquella prueba evidente de la traición de Anabel y de su poca calidad humana.
Así que, le dijo al chofer que retornara a la estación donde le había recogido y trataría de coger el primer tren de regreso a Málaga.

Introdujo la mano en su pecho , sacó con ella una medalla de Santa María de la Victoria, Patrona de Málaga, que siempre llevaba al cuello y, al tiempo que la besaba repetidamente le pidió fuerzas para poder superar la prueba a la que el destino le estaba sometiendo, al tiempo que le daba las gracias porque le había evitado cometer un error incalculable como hubiera sido haberse casado con Anabel.
POEMA DE KEVIN Y ANABEL
Tiempo llevaba sin verla,
de sus ojos el brillo no captar,
de tocar con sus dedos sus cabellos,
de sentir su pecho palpitar.
El tren por fin se detuvo,
tiempo hacía que no venía,
a verla a la gran ciudad,
ansiaba tanto volver a tocarla,
y todo su cuerpo acariciar…
Vivian en ciudades distintas,
se conocieron de forma casual,
fue en FACEBOOK, y casi por instinto, que el destino les hizo conectar;
para poco tiempo después el amor brotar. Es verdad que a fondo no se conocían,
él solo la sabía amar,
nunca de ella quiso indagar,
confiaba ciegamente
en que ella no le iba a engañar.
Pero quien manda siempre es el destino, y a veces se vale de la casualidad,
en el taxi miró por la ventanilla,
y quedó aterrorizado,
sus ojos le mostraron la realidad.
Anabel, del brazo agarrada
caminaba por la acera,
de un hombre que ardiente la miraba
y muchos besos en boca le daba.
Se amaban…¡y de qué manera!
En su interior el semáforo maldijo,
allí el taxi le obligó a parar,
el alma entera le ha partido,
el amor de corazón se ha ido
de una forma cruel y muy frontal.
Con voz trémula y llorosa,

al taxista de forma apagada le dijo:
He cambiado de opinión, amigo, devuélvame a la misma estación, mientras se saca del pecho una medalla, y con devoción a la Santa besa.
A pesar de su dolor,
en él predomina la razón, gracias por ello le da al Señor, por haberle permitido saber
la maldad de esa mujer,
y poder eludir de ella la traición.
Enviado desde mi iPad

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