Sonríen, y el mundo se llena de estrellas,
me miran, y el alma se vuelve doncella.
Sus voces, sus risas, sus manos pequeñas,
encienden mis días, renuevan mis penas.
Son viento de vida soplando en mi pecho,
son parte de mí, pero libres, perfectos.
Sus ojos reflejan un cielo más claro,
su abrazo derriba los muros del daño.
Los amo sin reglas, sin pausa, sin miedo,
que valga más alto que su simple “te quiero”.
son fuego y ternura latiendo en mi pecho.
No hay fuerza en la tierra, ni oro en el cielo,
Por ellos respiro, por ellos renazco,
por ellos mis sueños florecen despacio.
Y en cada caricia, en cada recuerdo,
mi vida revive… latiendo en sus cuerpos.
Isabel