Sin pronunciar palabra, se revela,
el alma danza en gestos y miradas,
y en cada acto sencillo, en cada huella,
se escribe la verdad más anhelada.
No hacen falta discursos ni razones,
ni vestidos de voces disfrazadas,
pues quien es luz, la lleva en sus acciones,
y quien es sombra, en sombras se delata.
Una sonrisa tímida o valiente,
una mano tendida o replegada,
un paso firme, o el miedo en la corriente,
hablan de lo que somos, sin palabras.
Cada actitud, al mundo, es un espejo,
un eco silencioso de la entraña,
que muestra sin saberlo nuestro reflejo:
el alma se desnuda sin murallas.