Tus dedos viajan lentos, sin prisa,
como si el tiempo se rindiera ante el roce,
como si el mundo empezara en mi espalda
y acabara en el gemido de tu nombre.
Tu aliento, brújula sobre mi cuello,
despierta incendios donde antes había calma.
No hacen falta palabras,
porque tu boca escribe versos sobre mi carne
que solo tu cuerpo puede leer.
Me desnudas con miradas,
con la paciencia de quien conoce el arte
de encender el deseo sin romper el silencio.
Y en ese instante,
cuando ya no hay espacio entre tu cuerpo y el mío,
todo lo sagrado es este temblor,
todo lo eterno es un segundo.
Isabel Poyato.
Entre líneas
Tu voz me llega como un roce
que no se atreve del todo…
pero insiste.
Como un dedo que duda
antes de perderse.
Tus manos —¿las imaginas?—
danzando bajo mi ropa
como si cada hebra fuera un secreto
por descubrir con tu lengua.
Muerdo el aire.
Tus pensamientos me acarician
más que el viento.
Y yo, abierta a tus ideas,
me curvo como un verso ondulante .
No hace falta más…
Nos tocamos entre líneas,
con el fuego contenido
de quien aún no ha dicho «ven»,
pero lo dice todo.