¡Vete!
—grita mi pecho—
¡Lárgate de cada rincón de mi sangre!
¡Devuélveme las noches, los sueños, la risa que me robaste!
¡Arráncate de mis huesos, de mi aliento, de mis ganas!
Te odio con la misma furia con la que te amé,
te detesto con las mismas manos que un día te tejieron hogar.
Fuiste incendio y ceniza,
fuiste veneno dulce que bebí hasta no sentirme.
¡Te maldigo!
Por cada promesa que se pudrió en mis labios,
por cada espera inútil,
por cada beso que sangró en mi garganta.
Ya no quiero tus ecos en mis mañanas,
ni tus fantasmas en mi cama vacía,
ni tus mentiras ardiéndome en la piel como cicatrices nuevas.
¡Que se rompa todo!
¡Que no quede ni un susurro de ti!
¡Que me duela hasta deshacerme,
pero que, al final,
te arranque
de una vez
de mí!
Isabel Poyato