El otoño siempre me entristece,
y recuerdo las estrofas de la poeta,
que un día escribiera del otroño.
Es como una huída del tiempo que se fue,
y evoco los días pasados… lloro.
Porque su viento inhóspito, cruel otoño,
se llevó con él retazos de mi vida,
esa en la que estabas tú,
como una mala borrasca que levanta hojarasca,
y arrasa con todo.
Te amé tanto, tanto… Pero cuando el amor se marcha
no suele retornar.
No quiero mentir, fuiste demasiado para mi,
y menos que mentirte a ti,
quiero mentirme yo.
Nos dijimos adiós un día,
y ese día lo tengo clavado en lo más hondo de mi corazón,
como si hubiese sido ayer.
Fue una decisión de ambos,
aunque cuando lo hablamos,
fue porque ya habías dejado de amarme.
Siempre guardaremos al menos yo,
en el recuerdo, aquel inmenso amor
que disfrutamos durante unos años.
Cuando el amor muere, es mejor dejarlo
que seguir fingiendo.
Me gustaría que alguna vez te acordaras de mi,
como yo, que aún te amo, lo sigo haciendo de ti.
No puedo ni nunca podré decirte adios,
ni a ti, ni a mi misma.
Pero el destino tiene su ciclo,
es como las estaciones del año,
con la diferencia que cuando se van ya no vuelven,
como nuestro amor.
Por eso, cuando llega el otoño,
aunque inundadas mis retinas por esos cielos grises,
y el ruido del viento que hace que los árboles hablen,
me dice y me recuerda, con su triste sonido
que realmente existes,
que no has sido nunca producto de mi imaginación.
Y cuando veo esas hojas muertas, caídas en el suelo,
amontonadas sin que nadie se digne mirarlas,
me evocan, aunque yo quiera evitarlo nuestro amor,
que, como un otoño de años pasados, también pasó.
Precioso me gusta mucho
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