Tengo el alma congelada por tu amor.
Un puñal de hielo atraviesa mi pecho,
y cada latido es un gemido deshecho,
una súplica muda, rota, abandonada.
Tu amor, antes llama viva y abrasadora,
hoy es solo un soplo de viento helado.
Me dejaste un invierno largo, desgarrado,
una eternidad de noches sin aurora.
Tu ausencia es un monstruo de dientes de escarcha,
que roe mi carne, mi mente, mi alma.
Y yo, naufraga en esta ausencia sin calma,
sólo abrazo el vacío… sólo muerdo la marcha.
¡Vuelve!, arráncame este frío mortal,
derrite la lápida que cubre mi pecho.
Sin ti, no soy más que un triste desecho,
un grito que muere en un abismo glacial.