Sin voz, el alma dice lo que esconde,
sus gestos son su verbo más sincero;
en cada acción se muestra lo que ondee
en lo más hondo el corazón entero.
No necesita gritos ni responde
quien va dejando huellas en su sendero;
la vida misma es lienzo que se ahonde
en actos de pureza o de aguacero.
Así, quien siembra amor no necesita
ni nombre, ni razón que lo defienda,
pues su verdad en luz se precipita.
Y aquel que oculta en sombra su leyenda,
aunque su lengua al mundo se desquita,
en su actitud desnuda su contienda.