¿TÚ MIRAS O VES?
Mirar no es igual que ver, ver es ver, no mirar.
Ver es otra cosa, otra dimensión.
Ver más allá, no se queda en lo aparente.
Por eso, cuando miras UNA FLOR, solo contemplas color,
pero se te escapa lo que significa, te pasa desapercibido que tiene vida, que, como tú, ha nacido crecido, reproducido,
gracias al polen que traslada el viento,
y que también, como tú, un día morirá.
Cuando miras LAS NUBES ¿qué ves? ¿qué te transmiten?
¿comprendes lo que expresan? ¿captas los maravillosas que son?
¿las sientes?
Las nubes son libertad, gracia, movimiento continuo, transformabilidad.
Tienen vida propia.
Son el refugio del sol, y están jugando todo el día.
Son imprescindibles para la lluvia que en su interior nace,
como el niño en el vientre de la madre.
Sin ellas no hay agua, y los campos morirían.
Son generosas porque nos regala eso tan vital para la vida.
AL VIENTO no se le puede mirar, al vientoni eso.
Directamente hay que “verlo”, sentirlo, dejar que te acaricie
o te incomode.
Si está en bonanza, te complace con sus brisas suaves y tentadoras,
si está enfadado, juega contigo para molestarte.
Pero es noble, y también generoso.
Limpia las impurezas, impulsa las velas, da voz a los árboles, que,
con sus ramas, transmiten mensajes. Hace caer hojas viejas,
para así dejar espacio a las nuevas que nacerán en primavera.
¿Y cuando miras EL MAR ¿qué ves?
Si solo lo miras, aunque quedes extasiada por su belleza azul,
solo contemplarás agua. Y si no lo “ves”, nunca lo comprenderás.
¿Crees que el mar está solo para estar mirando al cielo todo el día?
Si no lo ves, y solo miras, no verás por medio de él a Dios,
y el poderío que posee.
El mar es inmensidad. El mar, la mar, es AMOR.
¿Amor?, ¿Cómo que amor?
Si, porque el mar une los continente, los besa en ambas orillas,
los UNE… si, el mar BESA… el mar AMA. El mar no separa, lo repito: UNE.
Nada en la Tierra une más que el mar, el océano.
Por eso hay que amarlo.
Por eso… MIRAR NO ES IGUAL QUE VER.