Feliz me siento al vivir
en un pueblo pequeñito,
donde todos nos conocemos
y tenemos de Patrón
a San Antón bendito.
Aquí se vive con calma,
no hay prisas como en las urbes,
y esto sienta bien al alma,
rara vez ocurren cosas
que a nuestra paz la perturbe.
¿Yo para qué quiero vivir
en esas enormes ciudades
donde sobra agitación
y la gente se concentra
en grandes comunidades?
Aquí hay tranquilidad,
el aire tiene pureza
con la Sierra del Acero,
laderas llenas de olivos
aquí todo es belleza.
Los cacareos de los gallos
anuncian el amanecer
cuando el alba colorea
tus cielos, muy suavemente
invitan al quehacer.
Se oyen en la lejanía
a los burros rebuznar,
pájaros piar mientras vuelan…
por mucho que esto quisieran
no ocurre en la gran ciudad.
Si que es verdad, tuve suerte
al vivir en este pueblo
donde transcurre mi vida
con tanta paz y sosiego
hasta el día de mi muerte.
Arquillos,
¿Sabes tú cuánto te amamos
quienes por tus suelos andamos?